05 junio, 2024

Adiós amigos

Hoy el sol luce como nunca en este 2024. Uno abre la ventana, el sol te despereza, la brisa te inyecta brío, y la explosión de colores te conduce a un mundo distinto por ideal. A una postal. Mi hijo Antonio lo diría más fácil: el despertar de la primavera te carga de cationes, esos iones que ni vemos ni sentimos pero que siempre están ahí al lado para ayudarnos a que tengamos por delante un día distinto. También por ideal. Mejor.Hoy era de esos. Un amanecer de horizontes puros que te invitan a conquistarlo todo.

 Pero pronto todo se oscureció. Recibía una llamada y me comunicaban que un gran amigo, gran vecino, gran padre y esposo, se había ido para siempre tras luchar durante meses con encomiable entereza e inusitada fuerza contra una cruel enfermedad. Se trata de Manuel Gómez Luguera, esposo de mi Nieves, y padre de mi Mónica.

 Y pienso en él, pero pienso en ellas. Porque la muerte es muy cabrona, y no nos mata a nosotros, sino que golpea duro a todos los que amamos, como decía Carlos Fuentes, el escritor mexicano. Para los cristianos, y Manuel lo era hasta el corvejón. Reconforta tener la seguridad de que nada ha terminado, sino que se ha abierto una nueva etapa que todos debemos de recorrer. Y para los más escépticos, Nelson Mandela lo explicaba mejor de lo que yo pudiera decir en este momento: “Cuando un hombre ha hecho lo que él considera como su deber para con su pueblo y su país, puede descansar en paz. Creo que he hecho ese esfuerzo y que, por lo tanto, dormiré por toda la eternidad”.

 Nieves, a la que nunca podré agradecer su desvelo incansable por el pueblo y su ayuda en mis peores momentos, y Mónica, la mejor de las sonrisas de nuestro municipio con una positividad que llena de luz y que siempre he envidiado, deben de tener ahí y ahora su principal roble al que sujetarse entre tanto ciclón de emociones y sentimientos.

Deben de sentirse orgullosas. Porque Manuel era un ser especial. Entrañable. Madridista hasta el tuétano e ilusionado con la décimo quinta Champion hasta su últimos alientoo. Trabajador, defensor de la familia ante todo, cazador –fue presidente del coto de Oreña-, positivo, pasional, enamorado de su hija, de su mujer y  de su familia y amigos… Podría llenar varios párrafos con sus virtudes, pero muchos de vosotros le habéis conocido y basta con decir que era un gran tipo. Un Señor. Con la ese bien grande.

Se nos ha ido, pero no se ha marchado. Porque su ejemplo, estoy seguro de que va a perdurar para siempre. En los vecinos, y por supuesto en su familia. Otro ejemplo para todos. Y no hablo ya de Nieves o de Mónica, que hace ya muchos años que conquistaron del todo mi corazón, sino de tantos y tantos familiares que hoy viven con especial intensidad un día muy triste para todos.

No te olvido Manuel. Y sí, ganaste la 15.

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Justo cuando estoy escribiendo estas líneas, que no me resulta nada fácil porque la tristeza me empaña cada segundo el teclado, me trasladan que también se nos ha ido otro Grande de Alfoz, José Ignacio Granda Calderón, otro de los amigos que hicieron grandes las fiestas de Novales y que presidió el Olimpia. También el cáncer nos ha robado su presencia, una enfermedad que afrontó con valentía como buen legionario que era, pero al igual que sucede con Manuel, nunca ese maldito bicho podrá arrebatarnos su ejemplo y mucho menos su recuerdo.

Junto a Manuel, ambos están hoy en el Cielo, con sus seres queridos que marcharon antes. Y estoy absolutamente convencido de que desde allí van a echar el resto, como siempre, para mitigar nuestro dolor. Para hacernos entender que, como nos mostraron en vida, puede haber muchos caminos, pero sólo es importante un objetivo: vivir con el propósito de dejar atrás la mejor herencia, y ese resultado sólo lo garantiza estar en este mundo terrenal haciendo el bien, ayudando a los demás, sumando energías y amor.

 Descansad en paz amigos. Estoy seguro de que volveremos a vernos. Entre tanto, os echaré de menos.

 

Porque lo merecéis. Porque os lo habéis ganado.

 Y entre tanto nos vemos, como dice mi Antonio, cárganos desde allí arriba a todos de cationes para continuar con éxito, o al menos sin equivocarnos mucho, esa senda que nos habéis marcado en vida. Os quiero.

Y quiero recordaros así sonriendo a ambos, con uno de vuestros jugadores favoritos. Un fuerte abrazo a toda vuestra familia.